El que se equivoca, ¿pierde?

Estuve convaleciente. Sin libros, sin música, sin pensamientos propios. Solo la televisión como compañía. En ese silencio mental, una frase surgió como disparo en seco: “El que se equivoca, pierde”. ¿De verdad? Porque yo he vivido creyendo lo contrario: que solo perdiendo se gana. Que solo equivocándose se aprende. Esta es una reflexión sobre la vida como improvisación, sobre cómo llamamos “error” a lo que nos construye, y sobre lo que pasa cuando dejamos de vivir en guiones ajenos para escribir el propio. El que no se equivoca, simplemente no vive.

La semana pasada estuve convaleciente. Durante la crisis, me vi obligado a pasar varios días en cama. No podía leer, ni escribir, ni meditar, ni escuchar música. Me acompañó la televisión con su vasto contenido. Al final de la recuperación, mientras hacía el zapping, encontré la narración de un partido de fútbol de la Liga Argentina. 

Dejé correr la narración, me di la vuelta y sin saber la importancia del partido, escuché a uno de los narradores repetir constantemente la frase: “el que se equivoca pierde“. Ese fue el único elemento de la narración que hizo sentido en mí y pensaba: “en serio, el que se equivoca, ¿pierde?”. 

La frase se repetía en mi mente causándome conflicto, ya que, yo tengo una frase que repito desde hace muchos años y es: “yo nunca pierdo, o gano o aprendo“. 

Las dos caras de la moneda. El determinismo de la primera contra la teleología de la segunda. Desarrollemos brevemente. Determinismo lo podemos señalar como un guion asignado; “ya estaba escrito”, la teleología, como un “Ad Lib“, una improvisación según tu momento, tus emociones, un simple “tú decides el camino”.

Son formas de entender y ejecutar el mundo en el que vivimos. La primera, te indica que ya está escrito tu papel, la segunda, que tú escribes tu papel. Mientras lo manejemos de forma privada no hay problemas, hasta que comienzan los intercambios de información e interacción con otras personas. Y como no podemos estar aislados tanto tiempo, tendemos a cruzarnos al campo de las expectativas de los demás y de las nuestras; las horribles comparaciones y las inseguridades asesinas. 

Pero, ¿si ya todo está escrito? Pero, ¿si yo elijo mi destino? Entonces, ¿qué significa, “el que se equivoca pierde”?

Fiel a mi oscuro optimismo por la vida te doy mi reflexión, días después de que pude pararme de la cama. 

Si no me equivoco, no aprendo, si no intento, no puedo saber si estoy en el camino correcto, si no pierdo, cómo me levanto. Hablo de decisiones de vida. Hablo de despertar cada mañana con la firme convicción de saber que lo que está escrito, lo escribí yo y mi circunstancia, no mi entorno, no las voces de los otros, no los éxitos de los demás. 

Eso no es fácil de hacer ni de aceptar, porque descubres que son decisiones en solitario, que muchas veces impactan en otros, porque para el otro, que puede ser tu familia, tus amigos, tu “algo”, esperan algo de ti: determinismo. Esperan que reacciones con base a sus expectativas. Si sigues el guion estás validado socialmente, si no, empiezan las reprimendas.

Entonces, vuelvo a la narración del partido y descubrí que se jugaba el campeonato de la liga. El equipo que ganó lo hizo por primera vez en su historia. ¿Ya estaba escrito o ellos lo decidieron? Acaso se equivocaron al “creer” y trabajar en lograr una meta ¿casi impensable?

Si la vida fuera una obra de teatro, -como muchos la señalan-, ocupa de una producción. La mayoría no tenemos el presupuesto ya liberado para realizarla como creemos que debe ser. Por eso, la mayoría de nosotros improvisamos. La naturaleza de nuestras decisiones será “equivocarnos” y es donde perdiendo, aprendemos.

Tendemos a confundir equivocación con error y quizá ahí está el problema. Será que la palabra error no debería relacionarse con humanos. El error es de los sistemas, el error es de las máquinas, el error es de los números. Pero, que tomar decisiones de vida pueda catalogarse como “error”, me parece cruel.  

Al final, el que se equivoca tiene la oportunidad de seguir, de mejorarse, de reinventarse, de quitar lo que no funciona, lo no necesario. El que no se equivoca cree que ya llegó y ni siquiera ha empezado.

Corolarios:

1.-El Platense, “debutó” como campeón luego de 120 años en la liga de fútbol argentina.

2.-No existen los errores, sólo las decisiones. 

3.-El que no se equivoca, simplemente no vive. 

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