“La gran estafa”

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En esta era moderna hemos sido educados a perseguir de forma sistemática, desde una formación académica hasta una carrera profesional exitosa, incluso una vida personal estable que cumpla con los estándares sociales para pertenecer y ser bien vistos. Este sistema ha provocado una crisis social que cada vez observamos la grave consecuencia reflejado en una carencia de sentido existencial. 

Hoy en día, podemos observar en el mundo una búsqueda desesperada de cómo lograr ser felices y encontrar estabilidad emocional. De esta forma hemos sido engañados bajo un sistema que nos dice cómo es que debemos comportarnos, incluso nos dice cómo ser felices a través del consumo masivo. 

La gran estafa está en creer que la felicidad y el placer son prácticamente lo mismo cuando buscamos su definición a través de los buscadores. En realidad, son conceptos opuestos que impactan de forma directa en nuestra vida diaria a través de nuestro cuerpo y mente.

Debemos recordar que el placer lo experimentamos gracias a la dopamina, un neurotransmisor que es responsable de provocar una sensación de falsa felicidad por ser pasajera, visceral, que se experimenta solo y que causa adicción, pues las neuronas tienden a morir cuando se estimulan demasiado. Mientras que la felicidad es permanente, se experimenta de forma social y no se requieren substancias para percibirla, todo ello en forma de serotonina, otro neurotransmisor responsable de experimentarlo en el estado del ser. 

El truco está en decirnos que ambas nos llevan a un estado de felicidad para ser víctimas del sistema que busca mantenernos entretenidos, distraídos y vacíos a través de engaños con pequeñas dosis de felicidad siendo más bien un estado efímero de bienestar, lo que puede entusiasmarnos a vivir en un estado de armonía. Así como la fábula del burro y la zanahoria. 

Sólo hay una cosa que suprime la serotonina (la felicidad), la dopamina (el placer). Por lo que la falsa felicidad no puede llevarnos a un estado de plenitud. Ser feliz significa vivir en un estado de integración, ser uno con el mundo y de la aceptación constante a través de la expresión de nuestra auténtica identidad. Para ello, debemos comenzar por observarla, reconocerla y dejarla ser. 

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