Me he estado cuestionando últimamente mi papel frente al mundo. Lo menos que me han dicho es que estoy viviendo una especie de “Quijotada“. Mi cerebro se derritió imaginando un mejor mundo, así que, tomé mi pluma (mi lanza) y a mi Rocinante (mi portátil) y ahora ando por la vida combatiendo contra algoritmos…
El mundo que veo está en perfecto caos, es divagante, oscilamos entre sueños y pesadillas, no más realidades.
Mi rutina en la actualidad es una aventura donde enfrento monstruosos procesos de edición, dioses del génesis literario, pandillas de ideas que te atacan y luego se escabullen entre la cotidianidad, entre la pausa entre el ser y el vivir.
Vivimos una época donde la “creación” se convirtió en la moneda de cambio para muchos, pero esa moneda está devaluada. Tienes que crear mucho para luego descubrir si los algoritmos te premiarán con la superflua sensación de eternidad. Ser divinos por instantes.
Y eso me causa un tremendo choque. Han cambiado los códigos de entendimiento. Todo se trata de la forma, no del fondo. La vida se trata primero de tener sentido, luego de sentir.
Hemos perdido nuestra capacidad de dilucidar, de cuestionar, estamos en aquella escena de la película “Wall-e” donde está la gente en el crucero con sus lentes de realidad de virtual siendo felices, sin necesidad de observar el mundo.
Necesitamos urgentemente una creatividad crítica. La imaginación ha quedado corta, se ha amansado, es estéril ante un mundo infectado de imágenes de catálogo.
¿Cómo nos defendemos del mundo? Con qué cara lo enfrentamos. Si estamos a sus pies sin poder mirarlo a los ojos. Hemos dejado de confrontar, nos convertimos en parte de la decoración. Somos objetos. Dejamos de narrar el mundo, dejamos de comunicarnos, sólo nos informamos, porque perdimos el sentido del contexto de nuestra vida. ¿Para qué estamos aquí?, ¿debemos de tener una misión de vida o sólo como los videojuegos, jugar partidas, gamificarnos la vida a través de recompensas sin valor?
¿Cómo volvemos a la creatividad crítica? Cómo retomamos el camino a nuestra casa, esa, donde construimos nuestra realidad y de la que ahora estamos tan distantes. Perdimos nuestra narrativa en aras de narrar el mundo que no vemos…
Vuelvo a mi rocinante, inicia una nueva batalla. Nos estamos olvidando de nosotros, somos interfaz, nos convertimos en buscadores de imágenes en donde queremos ser etiquetados.
Dejamos de vernos en el espejo para convertirnos en pantallas. Pusimos en modo avión la conciencia esperando que la turbulencia de la vida, pase. Ocupamos de la creatividad crítica, punzante, la que se propaga cuando usas tu voz, la misma que pusiste en “mute” para no ser interrumpido. Recuerda: al dios scroll se le vence levantando la mirada.
Corolarios:
-El algoritmo no tiene ética, pero sí memoria
El 80% de los contenidos recomendados por algoritmos buscan retención, no reflexión (MIT Technology Review).
👉 No nos quieren lúcidos, nos quieren enganchados.
-El nuevo analfabetismo es no saber narrar
La desinformación emocional supera a la factual (UNESCO).
👉 Sin relato, no hay contexto. Y sin contexto, no hay conciencia.
-Crear ya no es divino, es una métrica
Se publican más de 95 millones de fotos y videos al día (Hootsuite, 2024).
👉 La creatividad se mide por likes, no por profundidad.
