Me inquieta y me emociona la pregunta. Tomo mis cosas y corro a mi computadora a escribir y preguntarte, ¿para qué servirían los monstruos?, anda respóndeme, no tengas miedo. Sé que lo estás pensando y también tú te estas inquietando y emocionando.
Ya sentado y bebiendo mi segunda y última taza de café, empiezo a responderme de forma precisa.
Piensa que sales de tu casa y vas a trabajar. Tu labor estaría relacionado con combatirlos, evadirlos o arriesgar tu vida para proteger a los tuyos.
Demos más contexto. He encontrado en el imaginario una serie de reglas para el cómo debemos de actuar en caso de toparnos con uno de ellos. Hay muchas variedades, desde los peligrosos hasta los peligrosísimos. Todos te aniquilarán y algunos te harán sufrir más que otros.
Entonces, las reglas son:
- Despídete siempre de los tuyos; cada día puede ser el último.
- Cuida tus relaciones, no sabes cuándo las necesitarás.
- Disfruta cada momento con quienes amas, el tiempo no se repite.
- Ayuda a otros, hoy por ellos, mañana por ti.
- No olvides sonreír, incluso en un mundo lleno de monstruos.
En este mundo lleno de monstruos, somos una sociedad completamente distinta. La tierra se ha unificado, ya no hay guerras ni intereses oscuros más que combatir a los monstruos.
Cada comida en familia es un festín. Los hijos añoran a los padres y los padres añoran a sus hijos. Todos agradecen la oportunidad de estar sentados y compartir un plato de sopa caliente.
Con el tiempo, descubrimos las fortalezas y debilidades de los monstruos. La gente abandonó los coches y comenzó a caminar; moverse a pie daba más opciones para escapar o esconderse.
Los monstruos atacan en áreas con altos índices de contaminación. De alguna forma les gusta deslizarse sobre el concreto, por eso la gente empezó a cultivar jardines y sembrar árboles.
Hoy el valor de la vida es altísimo. Nadie pierde tiempo: todos se mantienen en forma, comen sano, descansan, aman. Los paseos dominicales en familia son el momento más esperado. Los museos, las librerías, los teatros están llenos; todos quieren saber cómo éramos antes.
A los monstruos agradecemos que los robos y la violencia han terminado: hoy las guerras son contra ellos, no entre nosotros.
Mi café se enfría. Llega una notificación a mi teléfono, es una noticia… lo de siempre: violencia, muerte, conflicto.
Definitivamente los monstruos aún no han llegado. O tal vez ya están aquí, escondidos en nuestra indiferencia, en nuestra falta de conexión.
Y mientras nos regodeamos frente al espejo, ahí están ellos, dormidos, fortaleciéndose, afilando sus colmillos y sus garras, preparando el último asalto, alistándose para destruir el mundo que construimos.